Todos participaron.
Los jurados éramos tres.
El maestro Oscar, puños raídos, sueldo de fakir,
más una alumna, representante de los autores, y yo.
El maestro Oscar, puños raídos, sueldo de fakir,
más una alumna, representante de los autores, y yo.
En la ceremonia de premiación se prohibió
la entrada de los padres y demás adultos.
Los jurados dimos lectura al acta, que destacaba
los méritos de cada uno de los trabajos.
El concurso fue ganado por todos,
y para cada premiado hubo una ovación,
una lluvia de serpentinas y una medallita
donada por el joyero del barrio.
la entrada de los padres y demás adultos.
Los jurados dimos lectura al acta, que destacaba
los méritos de cada uno de los trabajos.
El concurso fue ganado por todos,
y para cada premiado hubo una ovación,
una lluvia de serpentinas y una medallita
donada por el joyero del barrio.
Después, el maestro Oscar me dijo:
–nos sentimos tan unidos,
que me dan ganas de dejarlos a todos repetidores.
que me dan ganas de dejarlos a todos repetidores.
Y una de las alumnas, que había venido a la capital
desde un pueblo perdido en el campo,
se quedó charlando conmigo.
Me dijo que ella, antes, no hablaba ni una palabra,
y riendo me explicó que el problema era
que ahora no se podía callar.
Y me dijo que quería al maestro,
lo quería muuuucho, porque él le había enseñado
a perder el miedo de equivocarse.
desde un pueblo perdido en el campo,
se quedó charlando conmigo.
Me dijo que ella, antes, no hablaba ni una palabra,
y riendo me explicó que el problema era
que ahora no se podía callar.
Y me dijo que quería al maestro,
lo quería muuuucho, porque él le había enseñado
a perder el miedo de equivocarse.
Eduardo Galeano
Imagen: Serpentinas by Jenrry Soto Dextre, óleo sobre lienzo
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